miércoles, 11 de abril de 2012

Querida amante

Ella, ella era una marea cálida,
era el alegre fresco del verano,
y eran dolorosas sus partidas.
Me encantaba tu cara dormida,
después de largos y cansados
juegos.
Y cuerpos, que celosamente,
unían sentimientos.
Lunar, ese que se hallaba
bajo su pecho, era
nuestro punto de encuentro.
Sus caderas tan pronunciadas
entre sabanas,
dichoso yo las trepaba y con
lujo, en ellas me enredaba.
Tu largo cabello, oscuro
como el deseo.
Días, entre algodones
te veo.
Días, en los que
en esos sentimientos me pierdo.
Ella, una mujer viva,
esa a la que mi alma
empieza a llamarle
querida.
Amante, no quiero que
esto sea mentira,
no quiero que esta
alma quede dolida.
Si no riegas a este
hombre con tus días,
no esperes que esta
alma, llena de amor,
quede con vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario