Desnudos, en una torre, un faro, el y yo, sonrientes, y con aquella pistola.
Al principio tenia miedo, creía que moriría, pero no, como amantes huimos a un salón, llenos de objetos antiguos, y alguno que otro mas nuevo.
El miedo recorría las pieles desnudas, el no sabia donde esconderse de ese despreciable, de ese roba vidas, yo, me escondí apartando una cámara de fotos, y apretando los muslos entre libros, pudiendo esconderme lo mas que podía.
El, simplemente detrás de una cortina, y aquel ser, calvo, despreciable, con aquel miedo que nos recorría a el y a mi, aquel calvo paso de largo. Desapareció.
Felices, por haber temido de nuestras vidas juntos, llego el romance otra vez, sin sexo, solo tumbados, mirándonos, sonriendo, siempre. Acaricio su cabellera, oscura, y de ella paso a la barba, mientras me quedo fijamente mirando sus ojos miel, sus ojos mayores.
El, me acariciaba desde la cadera, hasta los gemelos, y asi continuamente, cada vez mas apretados, y ya casi despertando, recuerdo un gran abrazo envolvente, y una cantidad de besos, que nos prohibimos durante un año, en el que ahora, aquel protocolo, lo disolvía nuestros desnudos, nuestras manos, nuestros cuerpos, los besos.
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